
Traducido por Belen Juarez Richter
En este artículo, quiero hablar sobre nuestros pensamientos secretos. Las cosas que secretamente pensamos sobre nosotros mismos.
Muchos de nosotros tenemos secretos. Cosas que pensamos, pero nunca le hemos dicho a nadie.
Secretamente nos preguntamos si Dios realmente nos ama, o si Dios ama a los demás más que a nosotros mismos. Nos preguntamos si, ¿alguna vez llegaremos a ser lo suficientemente buenos para ser usados por Dios? ¿Dios realmente tiene un propósito para tu vida? ¿Somos lo suficientemente buenos para servir a Dios?
Claro, por fuera, las cosas podrían verse geniales, pero por dentro, estos pensamientos secretos dan vueltas en nuestras mentes.
¿Qué hay detrás de esto?
Podemos tener una pista de un artículo publicado en 1994 en el Journal of the Scientific Study of Religion (Revista del estudio científico de la religión) que habló sobre la extraña conexión entre cómo los niños percibían a Dios y cómo percibían a sus padres.
El estudio pidió a 153 niños que clasificaran cómo percibían a Dios en una serie de características, como bondad, amor, paciencia y calidez, y luego les pidió que juzgaran a sus padres por esas mismas características.
Los investigadores encontraron que, a pesar de las diferencias de raza, religión o estado financiero, los niños visualizaban a Dios de la misma manera que visualizaban a sus padres.
Y esta conexión no debería sorprendernos. Porque Dios creó a los padres para tener ese papel importante en la vida de un niño.
En Génesis 1:26, se nos dice que Dios creó a los humanos a imagen y semejanza de Dios.
La semejanza implica que somos similares a Dios. Pensamos, tenemos emociones y voluntad, y estas similitudes nos permiten tener una relación con Dios.
Pero la palabra hebrea para imagen, ‘tselem’, tiene un giro completamente diferente. La palabra significa representación. Debemos representar cómo es Dios.
De hecho, esta palabra hebrea se usa en todo el Antiguo Testamento para describir ídolos.
Se usa en los diez mandamientos, diciéndoles a los hebreos que no debían hacer ningún ídolo o imagen tallada (como la Biblia King James los describió curiosamente), en Éxodo 20:4.
Pero esta palabra única también deja la impresión de que los humanos debían funcionar como ídolos que representan a Dios, no como algo hecho de madera o piedra.
Esto lleva a la pregunta más grande. ¿De qué serviría que los humanos, tú y yo, seamos los ídolos que representan a Dios?
A lo que me refiero es que, hoy podría decirte que realmente te ves Divino y por supuesto, me responderías lo mismo tú, Dean.
Y habiendo pasado por esa rutina, ¿qué más logra?
Bueno, creo que se hizo para los niños, quienes al interactuar con sus padres, obtendrían un entendimiento de quién era Dios y cómo era Dios.
Esto les serviría como un puente natural para desarrollar su propia relación personal con Dios, su Padre Celestial, a medida que maduraran y se convirtieran en adultos.
Pero luego el pecado entró en el mundo y este ídolo que tenía la intención de representar a Dios quedó horriblemente cicatrizado y agrietado, y debido a eso los niños desarrollaron percepciones erróneas y a menudo defectuosas de cómo era Dios.
Desafortunadamente, estas percepciones defectuosas generalmente nos siguen hasta la edad adulta.
En 1999, el psicólogo católico Paul Vitz causó un gran revuelo entre los ateos cuando escribió un libro titulado Fe de los huérfanos: la psicología del ateísmo, donde examinaba la vida familiar de muchos ateos de renombre, como Madelyn Murray O’Hair, Voltaire y Nietzsche.
Y notó que todos tenían una similitud cáustica, provenían de hogares donde sus padres eran muy abusivos o estaban ausentes. A medida que crecían, su respuesta a esta percepción defectuosa de Dios fue no creer en Dios en absoluto.
Aunque no hemos llegado hasta el extremo de estos ateos, muchos de nosotros en cierto punto tenemos una imagen distorsionada de Dios, en gran parte debido a nuestros padres.
Nuestros padres no eran perfectos y nosotros tampoco, por lo que también se aplica a nuestros hijos.
Por esto razón, podemos estar luchando dentro de nosotros creyendo que Dios prefiere a los demás antes que a ti, así como tus padres prefirieron a tu hermano o hermana antes que a ti.
Podemos pensar que sin importar lo que hagamos, nunca somos lo suficientemente bueno para Dios.
Podemos pensar que nunca llegaremos a nada en el Reino de Dios porque eso nos lo inculcó nuestra mamá o nuestro papá.
Puede que nos resulte difícil confiar en Dios porque no pudiste confiar en tu papá. Conozco a un hombre, que se le hizo muy complicado el confiar en Dios, y se pudo encontrar el origen hasta su padre terrenal que fue muy narcisista, quien una y otra vez, le daba permiso a su hijo para tomar prestado el auto familiar y luego, en el último momento, cambiaba de opinión. Cuando este hombre tenía entre 70 y 80 años, todavía hablaba del comportamiento de su padre terrenal.
Otras veces tenemos miedo de hacer cualquier cosa porque si te equivocas, Dios te castiga. Porque, sin importar lo que hiciéramos, nunca fue lo suficientemente bueno.
Nos cuesta creer que Dios nos ama incondicionalmente porque el amor de nuestros padres siempre fue condicionado.
Nuestra obediencia a Dios está impulsada por la culpa, así como tus padres te hicieron sentir culpable para que obedezcas.
Esta lista es interminable.
Entonces, ¿cómo nos liberamos de estas falsas percepciones de Dios?
En Mateo 18:21, Pedro le preguntó a Jesús cuántas veces tenía que perdonar a su hermano, siete veces. Ahora, Pedro pensó que estaba siendo demasiado generoso, porque los rabinos judíos enseñaban, en base a una mala interpretación de las profecías de Amós, que una persona solo necesitaba perdonar tres veces, y luego en la cuarta, está bien darles su merecido.
En otras palabras, Pedro estaba pensando que era el doble de bueno que el mejor rabino, pero luego Jesús respondió setenta veces siete.
Esencialmente, Jesús estaba diciendo que necesitamos perdonar indefinidamente. Me refiero a quién podría hacer un seguimiento de perdonar a alguien 490 veces y si lograra hacerlo, tendríamos que preguntarnos si la persona realmente había perdonado las 489 veces anteriores.
Pero el principio de setenta por siete puede significar algo más.
Porque creo que hay ocasiones en las que quizás tengas que perdonar un incidente más de una vez. No estoy hablando de perdonar 490 incidentes diferentes, sino de perdonar un solo incidente 490 veces.
Déjame explicarlo.
Yo estaba en mis veintitantos años, y todavía puedo recordar vívidamente el día que estaba caminando por la 11 avenida en nuestra ciudad, y tuve un flashback de un incidente que me sucedió años antes cuando era niño.
Hubo miles de cosas que me pasaron de niño, que no podía recordar aunque me pagaras, pero habían cuatro que no podía olvidar.
Y por alguna razón inexplicable, periódicamente me pasaban por la mente estos mismos cuatro recuerdos.
Eran siempre los mismos y estaban tan claros y vivos para mí como el día en que sucedieron años antes.
Había estado teniendo estos recuerdos intrusivos durante años, pero esta vez le pregunté a Dios por qué los estaba teniendo. Sentí que el Espíritu Santo decía que los seguía recibiendo porque todavía había una emoción unida a ellos, como la ira, la traición o la vergüenza, que mantenía vivos estos recuerdos.
Y el Espíritu Santo me dijo que necesitaba perdonar lo que me pasó a mí y a los que estaban involucrados, mis padres.
Y comencé a hacer esto. Perdoné cada uno de esos incidentes y pensé que estaba hecho.
Luego, una noche, recibí otra lección sobre el perdón cuando me detuve en la entrada de nuestra casa. Todavía recuerdo los faros que iluminando nuestra casa y algo desencadenó uno de esos recuerdos intrusivos .
Me sorprendió porque previamente había perdonado el incidente. Me preguntaba qué estaba pasando, pero luego sentí que el Espíritu Santo me estaba instando a perdonar nuevamente.
Fue entonces cuando aprendí que el principio setenta por siete también puede referirse a capas de perdón.
El perdón es como una cebolla. Perdonamos y se quita una capa. Pero quedan más capas. Y con el tiempo, el Espíritu Santo te guiará a perdonar nuevamente, y tal vez nuevamente, y luego, un día, la cebolla habrá desaparecido.
Jesús describió ese paso final como perdonar de corazón en Mateo 18:35. Por supuesto, este principio se aplica a todas las áreas del perdón, no solo a las áreas que involucran a nuestros padres.
Recuerdo estar atormentado por esos recuerdos. Recuerdo el nombre de la calle donde le pregunté a Dios sobre esos recuerdos intrusivos.
Pero hoy no puedo recordar de qué se trataba, excepto uno, y eso es porque al perdonar y volver a perdonar, esto rompió el vínculo emocional que mantenía vivos estos recuerdos.
Por primera vez, estos recuerdos intrusivos finalmente tuvieron la oportunidad de envejecer.
Pero mientras trabajaba en este podcast, curiosamente, uno de esos recuerdos volvió a mí y me pregunté si había más que perdonar.
Se trataba de un partido de fútbol americano que jugué en la escuela secundaria, y finalmente había convencido a mi padre para que fuera al juego. Estábamos jugando contra un equipo muy duro, y terminé alineado contra un jugador fuerte y me estaba venciendo todo el tiempo.
De hecho, el entrenador me estaba sacando del juego, pero luego me metía de nuevo. Yo sabía que mi papá estaba mirando y debió haber sido muy vergonzoso para él, estoy seguro de que los otros padres estaban hablando.
Pero en la segunda mitad, finalmente pude hacer los ajustes necesarios y me estaba yendo bastante mejor y otros jugadores estaban siendo retirados debido a su juego.
Y recuerdo mirar hacia arriba para ver si mi papá todavía estaba allí y vi que se había ido.
Ese fue mi recuerdo recurrente que había sido ensayado una y otra vez en mi mente, viendo hacia arriba y dándome cuenta de que se había ido.
Aunque había perdonado a mi papá, me preguntaba por qué todavía tenía este recuerdo. A veces, no siempre está claro lo que debemos perdonar, y sentí que Dios me decía que necesitaba perdonar a mi papá específicamente por haberse dado por vencido conmigo.
Verás, Dios nunca se da por vencido con nosotros, pero a veces creemos que lo ha hecho.
Mira, lo que quiero no es criticar a nuestros padres, porque ellos pasaron por lo mismo con su mamá y papá, quienes pasaron por lo mismo con los de ellos y nosotros hemos hecho lo mismo con nuestros hijos.
Y no estoy sugiriendo que cada vez que tengas un recuerdo intrusivo, significa que es posible que tengas que perdonar. Solo estoy sugiriendo que puede que no siempre sea solo un recuerdo como tal.
Creo que el viaje hacia la plenitud y una relación adecuada con Dios debe pasar invariablemente por nuestros padres.