
ENGLISH: 148 | What Ancient Non-Christians Had to Say About Jesus
En este artículo quiero comentar varias menciones de Cristo realizadas por fuentes seculares antiguas.
Increíblemente, todavía hoy hay personas que afirman que Jesús nunca existió. Son, sin duda, un grupo minoritario y marginal, porque contamos con casi 6.000 fragmentos (algunos completos) del Nuevo Testamento, muchos de los cuales —como los Evangelios— ofrecen relatos de primera mano sobre el ministerio de Cristo.
Además, existe evidencia arqueológica de la influencia de Cristo en el Imperio Romano.
El grafito de Alexámenos
Uno de mis hallazgos arqueológicos favoritos ofrece una visión negativa de cómo se solía representar a Cristo. Se le conoce como el «grafito de Alexámenos».
Como su nombre indica, se trata de un grafito garabateado en una pared cerca del Palatino de Roma. Está datado entre los siglos I y III.
Muestra a un hombre con cabeza de asno y los brazos extendidos en una cruz.
Debajo y a la izquierda de la imagen aparece la figura de un hombre que mira hacia la cruz con una mano levantada. A la derecha, escrito de forma tosca, se lee: «Alexámenos adora a su dios».
Aunque se trata de una burla hacia la fe cristiana, se considera una de las representaciones más antiguas conocidas de Jesús. Fue hallado en la pared de un internado que en su día entrenaba a los mensajeros del palacio imperial y de la nobleza.
El edificio lo había construido originalmente el emperador Calígula como parte del complejo palaciego, pero tras su muerte en el año 41 d.C. se convirtió en el internado conocido como Domus Gelotiana.
Se cree que uno de los aprendices de mensajero grabó la imagen en el yeso para burlarse de Alexámenos, un compañero de estudios que evidentemente era cristiano.
Quien realizó la imagen demostró un notable conocimiento del cristianismo: sabía que Cristo había muerto en la cruz y que los cristianos creían que Jesús es Dios. Esto sugiere que Alexámenos había estado compartiendo su fe.
El historiador cristiano antiguo Tertuliano señaló en su obra Ad Nationes que los romanos solían representar a Cristo como un asno para desprestigiar el cristianismo.
Pensado como insulto, este grafito se ha convertido en un testimonio del creciente influjo del cristianismo en un mundo hostil a la fe cristiana.
La copa de Jesús
Mi segundo hallazgo arqueológico favorito sobre Jesús es una copa encontrada en 2008 en el antiguo puerto de Alejandría (Egipto), en la isla sumergida que albergaba el palacio de la reina Cleopatra.
La copa, casi intacta, lleva inscrita la frase «A través de Cristo el encantador» (también traducible como «el mago»).
Conocida como «la copa de Jesús», está datada en el siglo I. Se usaba en ceremonias de adivinación: se vertía aceite y agua en la copa y el practicante interpretaba cómo se dispersaba el aceite en la superficie.
El propietario evidentemente no era cristiano, pero intentaba incorporar lo que se creía eran los poderes mágicos de Cristo a sus rituales.
Es evidente que los magos que prosperaban en esa época estaban muy interesados en los milagros que los discípulos realizaban por medio de Jesús.
La primera pista la tenemos en el libro de los Hechos, cuando Simón el Mago se convirtió al cristianismo mientras Felipe predicaba en Samaria (Hechos 8).
Simón quedó asombrado por los milagros que realizaba Felipe.
Pero la cosa cambió cuando Pedro y Juan llegaron a Samaria y empezaron a llenar a la gente con el Espíritu Santo, con las manifestaciones habituales de poder: hablar en lenguas y profetizar.
Al ver lo que ocurría por manos de Pedro y Juan, el mago ofreció dinero para poder hacer lo mismo.
Pedro lo reprendió duramente, pero el episodio muestra que los magos estaban intrigados por la fe en Jesús.
Si ya en el siglo I los magos incorporaban a Cristo en sus rituales de clarividencia, es obvio que la fama de Cristo se extendía rápidamente por todo el Imperio Romano.
Pero, aparte de estos hallazgos arqueológicos, existen numerosos testimonios escritos sobre Jesús procedentes de fuentes seculares.
Lo que dijo el historiador romano Tácito sobre Cristo
Una de mis referencias favoritas a Cristo desde una fuente no religiosa la hizo Tácito, historiador y senador romano (55-118 d.C.), que no era cristiano.
En su obra Anales menciona a Jesús en un par de párrafos. Uno de ellos lo escribió al hablar del emperador Nerón (37-68 d.C.).
Cuando el pueblo empezó a culpar a Nerón del gran incendio de Roma del año 64 d.C., Nerón desvió la culpa acusando a los cristianos de incendio provocado, lo que desencadenó una terrible persecución de los creyentes.
Tácito escribe:
«Ni los esfuerzos humanos, ni las liberalidades del príncipe, ni los sacrificios ofrecidos a los dioses lograron hacer desaparecer la infame creencia de que el incendio había sido ordenado [por Nerón]. Por tanto, para acabar con el rumor, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a aquellos a quienes el vulgo llamaba «crestianos», odiados por sus abominaciones. El autor de este nombre, Cristo [Christus en latín], había sido ejecutado en tiempos de Tiberio por el procurador Poncio Pilato… Reprimida por un tiempo, esta perniciosa superstición brotó de nuevo no solo en Judea, cuna de este mal, sino también en la ciudad [Roma], donde confluyen y se hacen populares todas las atrocidades y vergüenzas del mundo».
En este párrafo Tácito menciona tanto a Jesús (Christus) como a los «crestianos». Revela también su desprecio por el cristianismo al calificarlo de «perniciosa superstición» y «mal».
Pero emplea la palabra «brotó» para describir el rápido crecimiento del cristianismo por todo el imperio.
Cuando Nerón culpó a los cristianos del incendio, se desató una brutal persecución que incluyó crucifixiones, empaparlos en aceite y prenderles fuego en postes para iluminar la noche, o arrojarlos al Coliseo para que fueran despedazados por las fieras.
Tácito ofrece esta terrible descripción:
«Así pues, primero fueron arrestados los que confesaban [ser cristianos]; luego, gracias a sus delaciones, fue condenada una inmensa multitud, no tanto por el delito de incendio cuanto por odio al género humano. Además de ser ejecutados, se les convirtió en objeto de diversión: los cubrían con pieles de animales y los hacían despedazar por perros; a otros los crucificaban o los quemaban para que sirvieran de iluminación nocturna cuando faltaba la luz del día. Nerón había abierto sus jardines para el espectáculo y ofrecía un espectáculo circense, mezclándose con la plebe vestido de auriga o conduciendo su carro. Todo ello provocó un sentimiento de compasión, incluso hacia hombres cuyo crimen merecía los más ejemplares castigos, porque se veía que perecían no por el bien público, sino para satisfacer la crueldad de un solo individuo».
Tácito llama a Pilato «procurador», mientras que la Biblia lo describe como «prefecto» o gobernador (Lucas 3:1).
Inmediatamente los críticos dijeron que la Biblia se equivocaba.
Eso fue hasta que el arqueólogo italiano Antonio Frova halló en Cesarea una inscripción en piedra caliza que describía a Poncio Pilato como «prefecto», confirmando el título bíblico.
Los términos «prefecto» y más tarde «procurador» reflejan un cambio de título instituido por el emperador Claudio (41-54 d.C.). Básicamente era el mismo cargo, solo con nombre distinto.
El uso anterior de «prefecto» demuestra que los evangelistas escribieron antes del cambio de Claudio, mientras que Tácito escribió después. El empleo de «prefecto» indica que los evangelistas eran los testigos presenciales que afirmaban ser.
Mara Bar Serapion escribe sobre el rey sabio judío
Otra de mis referencias escritas favoritas a Jesús por parte de un autor secular antiguo es la del filósofo estoico Mara Bar Serapion.
Algunos creen que su mención de Cristo en el año 73 d.C., unos 40 años después de la crucifixión, es la referencia escrita más antigua a Cristo procedente de fuentes no bíblicas.
Serapion se refiere a Cristo en una carta que escribió a su hijo desde la cárcel, animándolo a abrazar la sabiduría. Estaba preso después de que Roma conquistara su patria, Samosata (actual Turquía), en el año 72 d.C.
Tras la invasión, los romanos arrestaron a cientos de habitantes y los repartieron por prisiones del imperio.
Aunque no menciona a Cristo por nombre, Serapion habla de un «rey sabio» judío:
«¿Qué más podemos decir cuando los sabios son arrastrados por la fuerza por los tiranos, su sabiduría es capturada con insultos y sus mentes son oprimidas sin defensa? ¿Qué ventaja obtuvieron los atenienses al dar muerte a Sócrates, castigo que les fue devuelto con hambre y peste? ¿O los habitantes de Samos al quemar a Pitágoras, ya que en una sola hora su país quedó completamente cubierto de arena? ¿O los judíos al ejecutar a su rey sabio, porque en aquel mismo momento les fue arrebatado su reino? Dios vengó justamente la sabiduría de estos tres hombres: los atenienses murieron de hambre; los samios fueron totalmente arrasados por el mar; y los judíos, desolados y expulsados de su reino, están dispersos por todas las naciones. Sócrates no está muerto gracias a Platón; tampoco Pitágoras, gracias a la estatua de Hera; ni el rey sabio, gracias a las nuevas leyes que promulgó».
Aunque no lo nombra expresamente, la mayoría de los investigadores están convencidos de que este «rey sabio judío» es Jesús.
A lo largo de los Evangelios, los gentiles consideraban a Jesús rey judío. Pilato y los soldados romanos se refieren a Cristo como «rey de los judíos» (Lucas 23:3; Mateo 27:27-29).
En la crucifixión, los romanos colocaron sobre la cruz de Cristo un letrero que decía: «Jesús de Nazaret, el rey de los judíos» (Juan 19:19). Estos carteles servían para informar al público del motivo de la ejecución.
Solo hubo una persona en el siglo I a la que se llamó «rey de los judíos» y que fue ejecutada por los judíos: Jesús.
Por esta referencia a Cristo, algunos sugieren que Serapion era cristiano. Sabemos que no lo era, porque habla de que los prisioneros fueron separados «de nuestros dioses» (referencia a los dioses paganos del mundo romano).
Además, afirma que Dios castigó a los atenienses por matar a Sócrates, algo que ningún cristiano sostendría.
Sin embargo, Serapion hace algo más: vincula el saqueo de Jerusalén y la destrucción del Templo en el año 70 d.C. con el juicio de Dios sobre los judíos por haber matado a su rey sabio.
Esto podría indicar que ya circulaban historias sobre la profecía de Cristo acerca de la destrucción del templo (Mateo 24).
Aunque Jesús había muerto solo cuatro décadas antes, Serapion ya lo incluía junto a personajes famosos e influyentes como Sócrates y Pitágoras (que habían muerto siglos atrás).
Serapion termina esta sección diciendo que este rey sabio no está muerto gracias a las nuevas leyes que promulgó: una referencia al creciente influjo de la iglesia primitiva, impulsada por el Espíritu Santo.






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